26 nov 2008

Inquieta

Los ojos comienzan a hincharse y me empiezo a sumir en una nada constante. La campanilla suena y entra alguien. Se va. Entra otro, se queda , compra y se va. Campanilla, tilin tilin. Entran, salen y yo permanezco sentada, parada, recostada, tirada sobre el mostrador, de frente, de perfil pero siempre en el mismo lugar. Ando alienada, digamos. La gente compra libros, buenos libros algunas veces y otras no tanto. Compran García Marquez, Sábato, Galeano, Allende o Fuentes. Otros, muy pocos poquitismos, prefieren Kundera o Murakami. Y la gran mayoría, boludeces de autoayuda como ese que le dice con quien se tienen q relacionar y con quienes no, o cosas raras como energías q fluyen hacia las rocas, árboles energéticos (el Eucalipto es malo, me dijeron) y dioses reencarnados. En fin, cada loco con su tema. El reloj marca el fin de otra jornada laboral, las persianas descienden al compás de un ruido oxidado que taladra el cerebro y te quiebra los dientes.
Al fin, la calle. Molesta. Sí, la calle molesta. "Algunas veces la gente es fea", me dice y le doy la razón. Caminar esquivando basura y personas deseando profundamente una mágica teletransportacion porque eso de atravesar media ciudad en colectivo no da. Eso quiero. Pero no, es imposible y me tengo q conformar con caminar un par de cuadras hasta la parada del colectivo... alguien me da un panfleto: "Bienvenidos a Salta, la linda" dice el encabezado. Maldita contradicción que brota en cada esquina, y está ahí, a la vista de todos. Camino por la calle Córdoba y veo un parrillada, en realidad el olor a carne asada revela el orígen del mismo. La cuestión es que hay cuatro vehiculos: 2 autos, una 4x4 y un sulky con cuatros pendejos, uno cuida al caballo, el otro come un pedazo de sandwich, el más chico acomoda cartones y el último revuelve las bolsas de basura. En eso un idiota trajeado deja la comida y sale a hablar por celular sobre un viaje en avión a no se donde mierda y con no se quien "figura importante del medio salteño". Los pendejos lo miran con un aire de resiganción y terminan de acomodar los cartones en esta suerte de carreta del sXX. Es así, este sistema no tiene más que ofrecer: chicos revuelven basura ajena y otros comen chinchulines, carne, ensaldas, postres...no galletas de barro. "La vida es asi; cada uno tiene lo q se merece" me dice despacito sabiendo que es muy probablemente que me enoje. Callate! le grito mentalmente y hago de cuenta que no escuche nada, sólo para no torcerle el cuello. Sigo mi camino. miro el reloj, que está adelantado 20minutos por cierto, y ya es hora. No hay nada de malo en crear "encuentros fortuitos" ¿o sí? Si la vida es un juego de azar, la suerte no está de mi lado...en algunas ocasiones. El cree en las casualidades, yo no. Yo sé la hora, el lugar...yo lo sé todo y no me molesta admitirlo. Sólo asi me lo puedo cruzar y sorprendida decirle: "Otra vez por acá" y nos reímos, tímidos los 2, pero puedo mirarle esos ojitos color miel. Digamos que nuestros horarios no son compatibles y algunas escenas que rondan en mi cabeza sólo suceden en películas, no en la vida real.Como dije, la suerte no está de mi lado en algunas ocasiones. Y en este jugada... juego sola.

Y en medio de la noche me despierta con un susurro para decirme que "puedo poner el tiempo de mi lado"... como en la canción.